Alzando la Voz, entrevista a María Adelaida Ceballos Bedoya. Segunda parte.
Defensa Mujer:
Carol Andrea Durán: ¿Los roles de género pueden convertirse en barreras para el ascenso?
María Adelaida Ceballos: Sí, la naturalización de los roles de cuidado, a veces se convierten en cargas desproporcionadas que no están en los hombres o que difícilmente están en ellos. Y cuando los hombres son cuidadores, es un tema que genera atención y consideración, es decir se exalta mucho. En cambio, en las mujeres es como obvio, tú tienes que ser la cuidadora. Otro rol que se naturaliza es el de la necesidad de que las mujeres sean muy excelentes en todos los espacios que ocupan. Una de mis entrevistadas me impactó mucho al decir: yo siento que hasta dormida tengo que ser perfecta.
«Yo siento que hasta dormida tengo que ser perfecta.»
CAD: ¿Esa naturalización de los roles de género nos impide a las mujeres ser conscientes de las cargas excesivas?
MAC: Sí, por ejemplo, a mí me llamó la atención que algunas mujeres, habían contestado de manera negativa mi formato de preguntas escritas sobre si habían sufrido alguna vez discriminación o desigualdad de género en el curso de su carrera. Pero en la entrevista me comentaban que sus esposos no querían que fueran juezas. Otras entrevistadas comentaban también, que a sus esposos les costaba reconocer su autoridad dentro del hogar usando expresiones como usted aquí no es juez. Esos mensajes inciden permanentemente en la vida de una mujer que está tratando de administrar un despacho.
Carol Andrea Durán: ¿Cuál es la importancia de visibilizar el lugar que ocupan las mujeres en la Rama Judicial?
María Adelaida Ceballos:
Un punto fundamental que hay que destacar es que realmente las mujeres llevan mucho tiempo en la judicatura. Por ejemplo, en los datos que yo he recabado, incluso desde antes de la Constitución del 91, las mujeres ya tenían un rol paritario a nivel de jueces municipales y de empleados. Es decir que, las mujeres hemos fortalecido las bases de la judicatura desde hace décadas. Y eso es un dato que no se conoce, ni se hace público. Y a mí eso me parece muy problemático porque, se invisibiliza ese rol fundamental que han tenido las mujeres por tanto tiempo. Y considero que lo que no se visibiliza no se instrumentaliza en favor de los derechos de las mujeres.
Pero además de eso, el dato histórico es importante porque muestra que hemos estado en las bases, pero seguimos sin estar en las cúpulas. Entonces, llevamos muchas décadas en ese rol de sostén de la judicatura sin que eso se manifieste o se traduzca en un avance a los lugares donde se toman importantes decisiones.
Hoy estamos en un punto en el que incluso yo, que soy investigadora de estos temas, diariamente me encuentro con obstáculos profundos para encontrar si una mujer estuvo en una corte en calidad de interina o de titular. Los datos no están y uno consulta en las altas cortes y no tienen buena información. Y esto es como tener un álbum sin fotos, o unas fotos sin rostros.
«Las responsabilidades de cuidado eran la gran diferencia para su ingreso en la judicatura.»
CAD: ¿Cómo afecta socialmente esa invisibilización del importante rol que cumplen las mujeres en la judicatura?
MAC: Afecta para la difusión del rol de modelos aspiracionales que cumplimos las mujeres juristas. No solo en las cúpulas, sino en cualquier rol. Entonces, si uno no hace visible que las mujeres están ahí o dónde debemos estar, el resto de generaciones, o sea, las otras mujeres que nos estamos formando o que ya somos juristas, no tenemos eso en mente para nuestro plan de vida.
Es decir que, no nos forman pensando que podemos ser magistradas de alta corte o que podemos ser juezas, porque no tenemos ese referente, digamos como cultural, sobre lo que podemos llegar a ser. Entonces, para mí también es clave «visibilizar» para crear mejores modelos aspiracionales, porque eso se convierte en un círculo virtuoso.
Entonces, si más mujeres vemos que hay otras mujeres que llegan a las posiciones o que pueden llegar, entonces vamos a aspirar también a llegar y nos vamos a entrenar para llegar a esas posiciones. Y eso a su turno va a empujar a que lleguemos ahí. Si uno no tiene esos modelos, pues no sueña con ellos y se forma para hacer otra cosa.
CAD: ¿Cómo observa el papel que cumplen las comisiones de género en la administración pública?
MAC: Yo tengo sentimientos agridulces frente a las comisiones de género. Por una parte, me parece muy importante que existan. Porque ponen el tema sobre la mesa, ayudan a visibilizar, dónde y qué están haciendo las mujeres, además premian las mejores sentencias que aplican la perspectiva de género. Y eso me parece tremendamente valioso. También han impulsado que siempre haya una formación en género en la escuela judicial. Sin embargo, todo eso tiene sus problemas porque no necesariamente esa formación y los premios son robustos o lo suficientemente adecuados, pero yo valoro ese trabajo porque le apuestan a poner la agenda sobre la mesa y además a veces los presidentes de la Comisión Nacional de Género y de las comisiones subseccionales son hombres. Y eso es vital, involucrar a los hombres en la conversación, yo no creo que podamos ser las mujeres solas quienes hagamos los cambios que se necesitan.
Entonces, eso muestra la contracara del asunto, y es que las comisiones de género en general cuando se crean como grupos de expertos en un tema, tienen el riesgo de insularizar el debate. Como un grupo de hombres y mujeres que de entrada ya están sensibilizados con el tema.
Entonces, cuando uno insulariza, lo que hace es que no está transversalizando el enfoque, con la diversidad e interseccionalidad necesarias para aplicar a las políticas públicas. El enfoque de género no es algo de lo que se deba ocupar un grupúsculo de personas. Ahí es donde yo siento que está el gran reto de tener una comisión de género, que se pregunte…
CAD: ¿ Y cómo hacemos para que esto sea una apuesta transversal a todas las políticas públicas judiciales?
MAC: Yo creo que hay que pensar en las mujeres, pero dentro de apuestas políticas más grandes. Y entonces aquí voy a decir un par de cosas medio controversiales.
Una apuesta política grande para mí es, la que permite que entren las mujeres, punto. No las mujeres progresistas, no las mujeres menos formalistas, no las mujeres más temerarias, no, hay que dejar entrar las mujeres. Esa es la apuesta.
Ya después trataremos, de que entren mujeres progresistas o bueno, por lo menos ese es mi enfoque, contar con todas, solidarizarse, hacer grupo.
Que lleguen perfiles más diversos, pero también a abrirle más campo para que las mujeres sean más arriesgadas, si la apuesta es por la igualdad de las mujeres, entonces que lleguen mujeres de todos los perfiles, yo considero que eso normaliza la llegada de mujeres a espacios de poder.
CAD: ¿Cuáles considera que son los puntos de partida más estratégicos para impulsar un cambio significativo?
En la investigación que realicé para mi tesis doctoral, varias personas me dijeron que en la sala Penal decían “con una mujer nos basta y nos sobra”. Entonces hay mujeres que dicen, yo para qué voy a querer irme a un ambiente así. Entonces no basta con cambiar las reglas formales, porque si en los espacios cotidianos de llegada de mujeres siguen existiendo desigualdades de género insertas en el contexto, pues posiblemente no vaya a verse una gran diferencia. Puede ser la razón de que en muchas cortes no se postulan suficientes mujeres.
CAD: Entonces, ¿deben proponerse acciones afirmativas que permitan la inclusión de las mujeres en los espacios de poder?
MAC: Sí, por ejemplo, he llegado a la conclusión que tiene que separarse, entre hombres y mujeres, el concurso de ingreso y ascenso a los cargos de las Rama Judicial. Así se logra garantizar el cumplimiento de muchos criterios de selección judicial.
Porque una de las críticas más obvias e inmediatas que uno recibe a la acción afirmativa, es que necesitamos que los jueces sean buenos, bien incluir a las mujeres, pero no podemos tener jueces malos. Esta es una crítica que a mí me parece muy injusta porque de alguna manera asume que las mujeres son malas.
Cuando uno tiene un concurso que tiene un rasero alto y que dice, mire, es que las que vamos a meter de juezas igual son buenísimas, porque están pasando este rasero, entonces usted, se curan salud frente a los a los criterios básicos de idoneidad académica e idoneidad moral, y aparte está metiéndole fuertes estándares objetivos, de transparencia, de publicidad, o sea, está cumpliendo como con todos los requisitos necesarios para una selección judicial rigurosa.
Pero de igual forma, está tratando de salvar las brechas que se generan cuando usted hace un esquema mixto, porque eso sí fue lo que yo encontré en la investigación, que la prueba estandarizada es un filtro implacable para muchas mujeres.
CAD: ¿Cuál de los sistemas judiciales latinoamericanos nos puede servir de ejemplo?
MAC: México hicieron cosas muy bonitas, no solo por el sistema de carrera, y su sistema de ingreso diferenciado para hombres y mujeres, sino que ellos montaron un programa de mentoría muy bonito en el que las mujeres que estaban en las cúpulas le hablaban a juezas de instancia o incluso a juristas que están por fuera del poder judicial para decirles que hace una magistrada diariamente y cómo logró obtener el cargo. Cosas como aprender a hacer lobby. Cosas que solo conocen los que llegan a esos cargos, para eso hicieron programa de mentoría. En México también se pensaron muy bien lo del cuidado, por ejemplo, si había vacantes territoriales para que las mujeres con responsabilidades de cuidado tuvieran prioridad en la selección del territorio al que se iban.